sábado, 9 de diciembre de 2006

LA EXTINCIÓN DE LA NOCHE

El tiempo, la gran preocupación de filósofos y físicos, de poetas y teólogos, es un fenómeno que siempre han controlado los políticos. Años atrás en Colombia, un presidente consiguió que amaneciera más temprano, hoy un emulador suyo hace los días mucho más largos. Y si algunas personas perciben lo contrario, es porque se dejan engañar de los sentidos, para ellos una advertencia: ser disidente suele ser peligroso.

Los obreros salen de sus viviendas antes del alba y regresan muy, pero muy tarde, cuando según lo estipulado sigue brillando el sol, o las lámparas que no es lo mismo pero es igual. Broncearse no será ningún problema, a estas horas encontrará las cámaras de algún SPA donde se labore las 24 horas del día.

Para beneficio de los consumidores las grandes obras se realizan de noche, como también el mantenimiento de maquinaria e instalaciones. Gracias al enorme avance de la ciencia y la tecnología la industria y el comercio ya no cierran sus puertas. Debe resaltarse que el adelantadísimo estado postmoderno ha conseguido imponer entre sus logros la jornada de 16 horas. Se procura garantizar por todos los medios que el “progreso” no se detenga.

El salario y el placer, del sueño claro está, perdieron esa aureola mística que se les quiso otorgar en otras épocas. Ya nadie piensa en esas nimiedades. Ha quedado demostrado que las ridículas falacias de los surrealistas, para quienes dormir era trabajar la creatividad y el pensamiento, son puras veleidades terroristas. Por mandato presidencial las hormiguitas de los días flexibles ganan lo mismo que aquellas que trabajan en ese lapso de tiempo que solíamos llamar noche y que ahora es día. En resumen todos ganan lo estrictamente suficiente para recargar la máquina y trabajar, trabajar y trabajar. Después de esto lo demás es bla bla bla. Arr. Un- dos- tres ¡a trabajar!

Abel Heredia.

No hay comentarios: